sábado, noviembre 26, 2005

Tengo fuego en mi interior

He visto que la mayoría de los jóvenes fuman y que la mayoría de ellos se emborracha. Pero cuando pregunto por qué aceptamos que las vidas se entreguen al vicio, me dicen que eso es normal. Que no sea fanático.

He leído que la tasa de embarazos entre adolescentes crece cada día, que la vida sexual se comienza cada vez más temprano y que la sexualidad es simplemente un deseo a satisfacer. Pero cuando pregunto por qué me venden sexo cuando necesito amor, cuando necesito compromiso, cuando necesito estabilidad, me dicen que eso es normal. Que no sea fanático.


He visto mujeres gritando a voz en cuello que el aborto debe legalizarse. Dicen que es la manera de hacer justicia a favor de las mujeres. Dicen que si una mujer es violada, o si el niño trae malformaciones o si simplemente ella no lo quiere, es su cuerpo y ella debe tener derecho sobre el. Pero cuando pregunto, por qué debemos impedirle a alguien nacer, me dicen que eso es normal. Que no sea fanático.

He leido libros proclamando que el gran pecado de la humanidad es la pobreza. He estudiado las doctrinas económicas que proclaman que la solución a nuestros males es la equidad y que el mundo será un lugar mejor cuando haya riqueza económica. Pero cuando veo un mundo que proclama la virtud de los vicios, el reemplazo del sexo en lugar del amor y la naturalidad de impedir el nacimiento de alguien, me pregunto cuales son nuestros verdaderos pecados.

Miro alrededor y me pregunto dónde están aquellos que pueden ver más allá del bienestar material. Me pregunto dónde están aquellos que saben que el hombre es más que materialismo, sexo y autosuficiencia. Me pregunto dónde están aquellos que pueden ver el mundo espiritual. Que pueden ver que Cristo Jesús es más que un nombre en la historia. Que pueden ver que Dios es más que una idea o más que una religión. Que pueden creer que su vida en la tierra tiene un propósito más grande que ellos mismos.


Pero entonces me miro al espejo y una voz me dice que no me lo tome tan en serio, que no preocupe tanto, que me tranquilice, que no sea fanático, que alguien hará algo. Pero ya no escucharé más ese susurro. Hay otra voz en el ambiente, una más fuerte, pero más dulce; más potente y más constante, más dura, pero más veráz. Una voz que me llama por nombre propio diciéndome "A quien enviaré y quien irá por nosotros". (Isaías 6:8 )

Así que perdona si no te gusta lo que escribo. Pero tengo una responsabilidad más grande que simplemente agradarte.

2 comentarios:

Anónimo dijo...

entiendo completamente lo dicho , pero por ello e sido absorbido necesito ayuda de gente que piense como lo escrito.

Anónimo dijo...

me encanta lo escrito soy joven hombre que cada vez veo menos gente que piense como en el articulo